AMISTAD se escribe con mayusculas

Un café en el Starbucks de Fuencarral, un paseo por la gran vía Madrileña a primera hora de la madrugada, unos tallarines en plena calle a la salida de un garito en Malasaña, unas copas de ron negrita mientras hablamos de la historia de los Estados Unidos de América, una película desconocida de Robert De Niro como boxeador desequilibrado, un ticket del metro de Madrid a 1 euro, un vistazo al circulo de lectores de Fuencarral, comprar tres patatas rellenas, tres filetes de pechuga de pollo rebozado y una ensalada de pasta, hacer de fiador del grupo, descubrir gracias a mi buen amigo “geek” que mi móvil es una maravilla, reunirnos después de tantos años entorno a una mesa de 9, hacerme fotos con dios, saber que cuando alguien se va a por –m- no se trata de una marca de cerveza, no acreditar nunca en Goyo cuando de consejos sobre la ropa a ponernos condicionado por la temperatura en la calle, saborear unos espaguetis al dente con salchichas, tomate y un toque de pimienta negra, no acordarme de ni una sola canción de las que pusieron en el Nasti, volver en una hora y dieciséis minutos en el Ave Madrid-Zaragoza, calificarle a mi madre como “de puta madre” mi estancia en la capital y escribir este articulo lleno de emoción y cariño no hubiera sido posible sin vosotros, sin mis amigos.

En esta vida marcada por la competitividad constante, marcada por un espíritu materialista, en esta vida marcada por la apariencia y el formalismo, en esta vida marcada por el “ y que pensaran los demás…” en esta vida marcada por la envidia, en esta vida marcada por el libertinaje y el todo vale, en esta vida marcada por la precariedad de los principios personales. Me llena de alegría tener unos amigos como vosotros a vosotros y solo a vosotros, mis amigos, va este articulo, porque sin vosotros nada hubiera sido igual.